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Vendetta/Capítulo 16: Un Héroe en Busca de su Amigo[]

Conmigo siendo un problema, ya bastaría…[]

Con el cuerpo completamente dolido, caminaba débil por el cementerio de Ikana y por el camino al cañón Ikana. En dos ocasiones caí en el cementerio, por culpa de la debilidad corporal. Estaba con la piedra, llamada Elemento de la Tierra, en mi mano derecha todo el tiempo. No la soltaba. Salí del cementerio y pasé frente a la casa de la misteriosa anciana, pero nuevamente no se vio rastro de vida dentro o fuera de ella. Los Stalchilds de la zona ya no me atacaban; es más, tan solo me quedaban mirando. Yo también los miraba, sin entender el porqué actuaban así. Luego subí a la segunda parte del camino al cañón con la ayuda del gancho. Subí con algo de dificultades, pero logré llegar al cañón, mientras que los Stalchilds hacían de una “pasarela” el lugar. Ellos sólo me miraban.

Al pisar césped del cañón Ikana, lo primero que vi fue a Prímula. Estaba sentada en el sector derecho de la zona con césped del cañón. Sonreí al verla. Me sentí feliz y satisfecho por cumplir la promesa. Antes de que yo esté a unos diez metros de Prímula, ésta me ve. De inmediato saca una sonrisa de oreja a oreja, se levanta y corre hacia mí. Cuando hizo contacto conmigo, me abrazó con fuerza. Como hizo esto con mi cuerpo adolorido, me quejé y me dejé caer, pero esta me sostuvo.

- Ay, perdón, te hicieron mucho daño – dijo con algo de preocupación mientras yo estaba sentado en el suelo, con la espalda siendo sostenido por su brazo izquierdo y el otro rodeando todo mi torso.
- No te preocupes, estoy bien – contesté sonriendo.
- Brett, gracias – dijo clavando su mirada con la mía – Cumpliste tu promesa… ¡Estás vivo! – terminó sonriente.
- Te dije que iba a volver con vida.

Ambos quedamos en un pequeño silencio. En medio de este silencio, Prímula comienza a brillarle los ojos, quizás por mucha emoción y/o felicidad al verme. Será frágil. A continuación, termina abrazándome, haciendo fuerza en mi cuerpo. Comencé a quejarme por el dolor, pero de igual manera moví mis brazos para abrazarla, como señal de que no se preocupara por mí y se mantenga abrazada conmigo.

- Tenía miedo… mucho miedo – rompió el silencio Prímula.
- Créeme que por un momento también tuve miedo y arrepentimiento por haber ido.
- Tonto… Por un momento sentí unos fuertes ruidos que venían de lo lejos. Parecía que estuvieran martillando el suelo con un martillo gigante – en ese momento, recordé los múltiples golpes casi finales de Keeta, por lo que me di cuenta que Prímula se refería a eso – Pensé en lo peor… - terminó, abrazando aún con más fuerza.
- No debiste pensar en eso – le dije tras una queja de dolor – Sólo debiste pensar en la promesa que te hice. Volvería débil, así como estoy ahora, pero con vida.
- Lo sé, lo sé... Luego de todos esos sonidos que te dije, vi algo extraño, hace poco – dijo dejando el abrazo y tomándome la cara con sus dos manos, colocándolas en cada mejilla, mientras que yo me mantenía con el “aire” para estar sentado y miraba su rostro de “suspenso” por el nuevo tema.
- ¿Qué fue lo extraño que viste? – le pregunté sonriéndole – Con momias, fantasmas y todo lo demás, sería raro que veas algo más extraño que eso – terminé bromeándole.
- Tonto – dijo entre pequeñas risas, pero luego se pone un poco seria de nuevo – Es algo que parecía provenir desde el cementerio.

La quedé mirando con curiosidad. Entonces ésta me deja caer en el suelo con suavidad y ella también lo hace. Ambos quedamos con nuestras espaldas en el suelo, uno al lado del otro, mirando el cielo que no era celeste, ni blanco ni gris. Parecía un cielo “vacío”. Tras decirle “Cuéntame”, Prímula comienza a decirme lo que vio. Lo que me contó fue lo sucedido con la luz dorada que provoqué en la batalla con Keeta. No quise mentirle, así que le conté todo lo sucedido, desde mis aventuras en Hyrule, cuando toqué el Cristal Dorado, hasta mi victoria frente a Keeta. En un principio, ella no podía creer la historia, pero terminó entendiendo y creyéndome. Hasta incluso le conté que en realidad no provenía de Hyrule, sino que del mundo cruel. Así es, de esa manera nombraba a ese mundo mientras le contaba la historia, tal como lo hago con ustedes. Al contarle todo, le respondí una pregunta de ella: las ropas nuevas que usaba.

Prímula y yo nos quedamos un buen rato conversando, tirados en el césped. A veces la chica intentaba jugar conmigo, como hacer cosquillas o ponerse más “romántica”, como apoyar su cabeza en mi pecho, pero todo esto hacía que mi cuerpo me doliera. Tras una hora de descanso aproximadamente, ambos subimos el cañón, para llegar a la casa de Prímula y su padre. A pesar de obtener el elemento de la tierra, aún aparecían Octoroks, ReDeads, entre otros monstruos, incluso intentaban atacar. Debido a esto, tuvimos que caminar con cuidado. Estos monstruos atacaban, pero los Stalchilds ya no me hacían nada. ¿Estos no me atacan porque saben que vencí a su capitán? Quizá sea eso.

Al llegar a la casa, el padre de Prímula se sorprendió al verme con ropas diferentes y preguntó por su camisa que tomé prestada antes de ir a combate. Claro, mi camiseta estaba siendo lavada y todo. Le tuve que contar todo lo sucedido en el cementerio, incluyendo el desconocido paradero de su camisa. Él dijo que no me preocupara por la ropa y estaba alegrado de volver a verme, aunque confesó que igual tenía miedo de que me pasara algo en la misión. Ayudó a curarme del dolor dándome una poción roja. La poción funcionó de maravilla. Inmediatamente después ya no sentía dolor alguno. Luego almorzamos, pasamos la tarde los tres dentro de la casa y luego cenamos. En la cena, les dije a ambos que saldría de Ikana y del mismo Términa, pero que los visitaría cuando tenga tiempo. El científico comprendió, pero Prímula escondió preocupación sacando una sonrisa forzada cada vez que nos mirábamos aquella noche.

Todos fuimos a dormir en sus respectivas camas cuando la hora de dormir en la noche llega. Estando en la madrugada y el padre de Prímula dormía profundamente, su hija me preguntó si estaba despierto. Le respondí y de inmediato, ésta me pide que vaya a su cama una vez más. No tuve remordimientos esta vez y fui a su cama. Mientras estábamos ahí, cada uno recostado mirando hacia un lado, haciendo que yo la esté mirando y ella a mí, Prímula me pregunta susurrando: “¿Vas a estar bien?”

- Te aseguro que estaré bien – le respondí susurrando, también; desde aquí sólo hubo susurros.
- Prométemelo – me decía algo seria, quizás por preocupación.
- Te lo prometo y tú también prométeme que estarás bien en un lugar como este.
- Es obvio que voy a estar bien – me dijo tomándome de la mano y enseñando un rostro ya de preocupación – Por ti tengo miedo, de que vas a estar en peligro con “esa” aventura...
- Descuida, no me pasará nada malo – le decía sonriente para intentar animarla – Además, vendré aquí de vez en cuando para visitarte.
- Eso me haría feliz – dijo sonrojándose un poco y apartando un poco la vista.

Ambos quedamos en silencio por un pequeño rato, mirándonos con una pequeña sonrisa cada uno. Después de ese pequeño rato, Prímula me dice que la esperara, porque me entregaría un objeto. ¿Acaso será un recuerdo o algo? No lo sé. Tan solo esperé a que regresara. Estuvo buscando algo dentro de una caja, con mucho cuidado de no hacer tanto ruido para no despertar a su padre. Finalmente lo encontró. Volvió a la cama y me entregó una especie de cabeza de un auricular o algo parecido. Pregunté qué era eso.

- Estas cosas los descubrió mi padre hace tiempo – decía tomando y mirando el suyo, que era idéntico al mío – Sirven para que nos comuniquemos desde lo lejos, incluso desde aquí a Hyrule.
- ¿En serio? ¿Significa que nos podremos comunicar cuando queramos? – pregunté entusiasmado y sonriente, ya no contemplando el aparato y mirando a Prímula.
- Sí. Creo que no sólo es para hablar en directo con la otra persona, sino que también puedes dejar mensajes – terminó devolviendo la mirada hacia mí.

Respondí con un “Genial”. Como había dicho, el aparato parecía ser la cabeza de los auriculares, donde se puede escuchar el sonido de la música. No podía verlo bien por la noche, pero luego los vería perfectamente. Cuando uno hablaba o daba un mensaje a estas cosas, se encendía una pequeña luz neón en los alrededores del aparato. Para hablar con otra persona, se debía colocar el aparato en el oído derecho, escuchando y hablando. Para saber si la otra persona está llamando, se enciende una luz roja que parpadea hasta por un minuto. Para enviar un mensaje, tan solo hay que colocarlo en el oído izquierdo y hablar. Para llamar a la otra persona, hay que darle un pequeño golpe. Para saber si la otra persona envió un mensaje, se encenderá una luz azul que parpadea todo el rato. Así funcionaba. Menudas cosas “mágicas” que se pillaba uno en mundos alternos al mundo cruel.

Ambos dejamos nuestros aparatos en el velador de Prímula y quedamos en que los activaríamos al día siguiente. Luego quedamos conversando un rato más y nos dormimos, abrazándola a petición de ella. Aquella noche tuve un sueño extraño. Soñé que estaba saliendo de la casa de Prímula. Estaba desesperado. No sabía el porqué, pero estaba así. Buscaba a la chica y su padre, quienes al parecer no estaban en su casa. Como corría casi sin rumbo, llegué a parar en la entrada a la torre con forma de “cactus”, o mejor dicho: la Torre de Piedra, como decía su nombre en un letrero en la entrada de la torre en aquel sueño. Cuando miré en su interior, dos momias salían de éste, pero no eran específicamente momias: era Prímula y su padre, quienes estaban momificados. Se podía ver que eran ellos porque se notaba parte de sus rostros en los vendajes. Mis pupilas se dilatan al verlos e inmediatamente después, una mano toca mi hombro, volteándome con brusquedad. La persona que me hizo voltear era la anciana de la casa cercana al cementerio, quien me dijo en tono siniestro: “¿Qué haces tú en un lugar tan muerto como este?”; era la misma pregunta con la que me dio la “bienvenida”. Justo después de esto, desperté totalmente incómodo durante la madrugada. Miré a mí alrededor y estaba Prímula al lado, durmiendo profundamente. Me tranquilicé y continué durmiendo, sin antes pensar un poco en el sueño.

Al día siguiente, Prímula no estaba al lado mío cuando desperté, sino que estaba desayunando. Así que tomé el desayuno justo cuando ella estaba terminando, pero decidió quedarse en la mesa para hacerme compañía. Ambos conversamos un poco más, sin hablar de despedidas, sino que del aparato y nuestros futuros. Tras terminar, ambos activamos nuestros aparatos y los unimos el uno al otro, para que así se conecten. Se sabía que se activaban el uno al otro cuando ambos aparatos lanzaban varias luces hacia el exterior, como cosa de “magia”. Eso fue lo que sucedió con los nuestros. Prímula me dijo que nuestros aparatos pasaron a ser sólo de nosotros, por lo que si un intruso intentara usarlos, les daría una mínima carga eléctrica.

Más tarde, antes de las 12:00 hrs. del día sábado, llegó la hora decisiva de mi ida. Los tres estábamos en la zona donde está el último tocón para subir al valle de Ikana. Desde esa zona fue donde quedé sorprendido por el paisaje del cañón la primera vez que llegué a Ikana. Desde ese lugar se veía las repisas. Tuve que usar el gancho para bajar repisa por repisa del valle. Antes de bajar me despedí del padre, quien me agradeció de nuevo por la ayuda que le di en el pozo, mientras que yo agradecí por la ayuda que me dio con el capitán Keeta. Me dijo que esto no era un “adiós”, sino un “hasta pronto”. Claro, todos sabíamos eso. Cuando me preparaba para bajar, Prímula decidió bajar conmigo. El padre se sorprendió un poco, pero comprendió las intenciones de su hija, así que la dejó. Ambos bajamos. Ella se sostenía con mi cuerpo mientras usaba el gancho. Ya estando en la zona césped del valle, comenzó la despedida. Los dos nos detuvimos, quedamos mirándonos el uno al otro y sonreímos.

- Y bien… - dijo Prímula tras un suspiro – Aquí nos despedimos.
- Pues sí, aquí será – le contesté mirando los alrededores del cañón Ikana.
- Gracias por estar conmigo y con mi padre estos días, sobretodo por ayudarme aquel día y salvarlo.
- Todo fue gracias a ti – le dije mirándola – Tú fuiste quien insistía en quedarme en tu casa. Si no fuera por ti, tal vez no hubiera pasado nada de lo ocurrido en estos días – terminé, haciendo que ésta se sonrojara un poco y desvíe la mirada.
- Por favor, cuídate mucho – me dijo quitando su sonrisa de un momento a otro.
- Tú también y no pongas esa cara – le contesté, acercándome a ella, tomándola de los hombros y agachándome un poco para buscar su mirada – Ya te dije que estaré bien y nos volveremos a ver. Encima tenemos lo que me diste anoche, para conversar cuando queramos.
- Pero no será lo mismo que conversar frente a frente y peor sabiendo que podrías estar poniendo tu vida en peligro – me respondió levantando la mirada, chocando nuestros ojos y enseñando su rostro mezclando molestia, preocupación y algo de tristeza.
- Ya te digo que estaré bien – dije quitando la sonrisa; luego la solté y continué – Prímula, si te pasara algo malo no dudes en contactarme, vendré lo más rápido posible.
- ¿Algo malo? – preguntó llamándole la atención y continuó - ¿Qué te hace pensar que me pasara algo? Estaré bajo el cuidado de mi padre, también.
- Mira… Realmente no lo sé. Tengo un mal presentimiento de este lugar, la verdad… - dije en tono de preocupación mirando la torre de piedra, pero luego devolví la mirada a Prímula para continuar – En fin, espero que esté equivocado. De igual manera, ya sabes qué hacer.

Prímula sólo me queda mirando, con una leve sonrisa. Nos quedamos en silencio, pero no por mucho rato, ya que de pronto ésta se lanza hacia mí para abrazarme. Yo la recibí. Sentí este abrazo diferente a los demás que había tenido con ella. Parecía que fuera un último abrazo entre ambos. Se sentía con más cariño. Podía hasta sentir los verdaderos sentimientos de ella. Tras ese cálido abrazo, Prímula mantiene sus brazos rodeando mi cuello y yo puse las mías en su cintura. En esta posición quedamos mirándonos muy de cerca. Por algún motivo extraño no me sentí incómodo, tan solo quedé mirándola, esperando a que me diga o haga algo. Su mirada no era una feliz.

- Tengo el presentimiento – rompe el silencio Prímula – de que no volverás… Por favor, cuida mucho del objeto que te di y trátalo como un recuerdo, si es necesario.
- Claro que sí y ten en cuenta que volveré – dije sonriendo.
- Quiero… – suspira y baja la mirada – quiero que me hagas otras dos promesas – termina volviendo a levantar la mirada.
- Las que quieras – le contesté y a continuación, ambos soltamos nuestros brazos, pero la distancia permaneció intacta.
- La primera – dice mirándome atentamente – es que si digo que te necesito demasiado desde el aparato de papá, vendrás de inmediato a verme, ¿si?
- Lo prometo – le dije poniendo una mano mía en mi pecho y sonriente – ¿Y la segunda?

Inmediatamente después de que le hice esta pregunta, Prímula se lanza hacia mí de nuevo, coloca sus brazos rodeando mi cuello rápidamente y choca sus labios con los míos. “¿Q-qué haces?”, me pregunté por mi mente en ese instante. Sí… Ella fue quien lo hizo esta vez. ¿Por qué lo hizo? Yo lo hice mientras estaba dormida, “aprovechando” la situación, aunque también me dejé llevar por verla de una manera tan… Pero ahora, ella va y lo hace, como si nada. Prímula, no me digas que… Pasó un momento y ésta se aparta de mí lentamente. Ella se queda aún con los brazos rodeando mi cuello y me dice, abriendo los ojos después de haberlos mantenido cerrados:

- Y la segunda promesa es que te lleves esto como un “Recuerdo Inolvidable” que proviene de mi corazón, por favor.

A continuación, Prímula me suelta y comienza a alejarse de mí, en un principio lentamente, pero después corriendo. Quedé sin palabras. Lo único que hice es quedarla mirando mientras se alejaba de mí. Ahora entendía perfectamente de sus acciones en la casa, el porqué no quería que me vaya, el porqué me invitaba a su cama y el porqué me había provocado la mañana en que la besé mientras dormía. Estaba en lo cierto. Ella siempre tuvo un “sentimiento extraño” hacia mí y yo como un completo imbécil no captaba. Claro, yo era un pendejo que no entendía bien estas situaciones. No porque haya sido tan chico, sino que nunca experimentaba tantas cosas con chicas.

Cuando Prímula ya subía las repisas, volví en sí. Ya demasiado tarde respondí que ambas promesas las cumpliría. Luego puse camino hacia la Ciudad Reloj. Por el camino aún estaba pensativo en lo ocurrido al finalizar la despedida con Prímula, en otras palabras, estaba “volado en otro mundo”. Los Stalchilds todavía me miraban sin hacerme nada. Ya ni siquiera se atrevían a acercarse. Yo estaba en mis pensamientos, así que ni le tomé importancia a lo que sucedía en mí alrededor en ese momento. Sin embargo, al bajar de la segunda parte del camino, teniendo cuidado con saltar mal, la anciana de la “casa pobre” se me cruzó en el camino.

- Vaya destino tan oscuro… – susurró la anciana mirando hacia el cielo, justo cuando pasé al lado de ella y provocando un despiste con mis pensamientos.
- ¿Perdón?
- Tu nueva amiga – decía sonriente, clavando su mirada hacia mí – te entregó un aparato que podría cambiar vuestros futuros. Has un buen uso de él, por favor.
- No le estoy entendiendo bien, señora – le dije entrecerrando un poco los ojos.
- Tú sabrás a lo que me refiero, antihéroe – dijo volteándose, para ir a su casa; en medio camino se detuvo y continuó para terminar – Ahora viéndote mejor, vestido con esas ropas, sí que eres idéntico a la persona que pasó hace días por acá.

Lo que me dijo hizo perder todos mis pensamientos de lo sucedido anteriormente. El beso por parte de Prímula desapareció completamente de mi mente al escuchar aquellas palabras, algo confusas en ese momento, de la anciana. ¿A qué quiso referirse con todo lo que dijo? No había entendido nada, pero en un futuro, no muy lejano, comprendí perfectamente lo que me quiso decir…

Ya estando en la ciudad, recordé a Prímula y todo lo que hicimos durante mi trayecto en Ikana. Estaba recostado en la cama de la posada, con la piedra simbolizante al elemento de la tierra en mis bolsillos, pensando en Prímula. Gracias a ella, unos días que pudieron haber sido completamente oscuros y feos, se convirtieron en días repletas de luz, amistad y “cariño extraño”. Gracias a ella, la construcción del muro se detuvo de inmediato mientras estaba en Términa. En ese momento no me interesaba realmente la construcción del muro, porque lo estaba pasando bien con Prímula. Estaba feliz y satisfecho con su compañía, aunque no se lo demostrara con claridad.

Almorcé en la posada, para más tarde salir a la pradera y encontrar a Bigboy, quien estaba con el tren estacionado en el área noreste. Tras hablar con él, empezó a preparar todo para llevarme de vuelta a Hyrule y luego regresar al mundo cruel. Así que tomé el tren después de que Bigboy terminara con los preparativos. Así acabaría mi estadía por más de una semana en Términa de aquel tiempo. Ahora regresaría a Hyrule, con el elemento de la tierra en manos. Me preguntaba qué cara pondría la princesa Zelda al ver mi hazaña. Se dará cuenta de que finalmente, le serví de ayuda.

El viaje fue lento. A menudo miraba la piedra que había obtenido. En este viaje de regreso no tuve un sueño extraño. Bigboy utilizaba el cañón de vez en cuando, principalmente por las noches. El tiempo parecía eterno en la mayor parte del viaje, pero a veces pasaba rápido al pensar en ciertas cosas, como los días de aventura con Prímula o cuando utilizaba el aparato, algunas veces, para hablar con ella misma. En una de estas conversaciones, ella se disculpó por el beso que me dio, pero yo le respondí que de igual manera me sentí feliz por lo que hizo; ella se quedó en silencio, pero luego respondió con un “Gracias” y apagó su aparato. Esa pequeña conversación nunca la olvidé.

Terminé llegando en el casi amanecer de un día miércoles. Me volví a juntar con Radiel, que me dijo: “Con esas ropas te ves aun más idéntico a él”. Luego me dijo que vaya al castillo, porque la princesa Zelda me estaría esperando. Así que decidí ir cuando la luz del sol se notaba más. En el rato que esperé por la salida del sol, me preguntaba qué era precisamente lo que se vendría ahora. Obviamente será otro elemento, ¿pero cuál será y en qué lugar estará? Quizá sea más difícil de conseguir que el primero. Aun así, mientras viajaba en el tren, tomé la decisión de seguir estudiando todos los días y regresar a por el segundo elemento en julio, cuando salga de clases para vacaciones de invierno, aunque también visitaría Hyrule, de vez en cuando. Incluso visitaría Términa, si se me daba la oportunidad, sólo para ver a Prímula.

Cuando los rayos de sol se hacían ver notablemente por todo Hyrule, salí de la torre y me dirigí al castillo, el cual se encontraba bastante cerca. Por el camino me encontraba con unos cuantos Bokoblins. A pesar de la dura batalla con Keeta, derrotaba a los Bokoblins de la misma manera que antes y con el mismo tipo de dificultad. Quizás necesitaba más experiencia en batallas pequeñas o una espada más poderosa. En eso pensaba mientras eliminaba a los Bokoblins que se cruzaban.

Finalmente llegué al castillo sin rasguño. Los guardias me dejaron entrar con libertad, esta vez. La princesa habrá dicho que me dejaran pasar, tal vez. Uno de los guardias del interior del castillo me preguntó si buscaba a alguien; le respondí que a la princesa Zelda. Entonces me hicieron esperar en un salón que parecía ser la sala de estar del castillo. Ese salón sí que representaba la clase alta de la familia real… Había grandes ventanas, que estaban cubiertas con unas gigantescas cortinas rojas, unos sofá de cuero de gran calidad, adornos que podrían valer grandes fortunas, cuadros de pintura extraordinarias, etc. Tras unos minutos, la princesa se presentó como tal. Como siempre, vestía ropas totalmente elegantes.

- ¡Hola Brett! – saludó enérgica Zelda y sonriente.
- Buenos días, princesa – la saludé, levantándome del sofá y haciendo reverencia.
- Te dije que dejaras los saludos formales… - dijo susurrando, cuando ya estaba cerca de mí.

Dejé la postura de reverencia y ambos reímos un poco por lo “típico” que pasaba al saludarnos. Antes de que dijera algo, la princesa se voltea para decirle al soldado que podría dejarnos a solas. El soldado obedece y se marcha de la sala, haciéndole también reverencia a ella y “despidiéndose” de mí con tan solo una mirada. A continuación, la princesa voltea de nuevo para regresar la mirada hacia mí.

- Me imagino que volviste con el elemento, ¿verdad? – preguntó la princesa, arrebatada.
- Claro que sí – respondí sonriendo.
- ¡Oh, gracias a las diosas! – exclamó la princesa y me tomó de las manos, levantándolas para dejarlas a la altura del torso – ¡Me alegro que todo haya salido bien!
- Sí, yo también me alegro… - susurré para mí mismo, aunque ella también podría haber escuchado; a continuación, la princesa me suelta de las manos de inmediato.
- Siéntate, por favor – me invitó la princesa; me senté en un sofá y ella se sentó al lado de mí, ahí continuó preguntando – ¿Esto significa que trajiste la piedra contigo?
- Sí, claro – le respondí, sacando el elemento del bolsillo.
- Ya veo – dijo mirando la piedra; luego la guardé y me volvió a mirar – También me doy cuenta de que estás llevando las ropas del antihéroe – dijo esto último en tono algo coqueto.
- Bueno… No sé bien lo que pasó, pero momento antes de obtener el elemento, aparecí de la nada con estas ropas raras – decía contemplándome.

La princesa tan solo dijo “Entiendo”. Luego continuamos hablando cosas que no interesan demasiado, hasta incluso no las recuerdo bien. Sí recuerdo que en algún momento le dije que regresaría a mi mundo por un tiempo, pero regresaría dentro de dos meses. Ella comprendió mi descanso, así que me dejó con libertad. Agregó que para mi regreso, debería visitar al anciano de la comunidad minish del bosque, para informarle acerca de la obtención del elemento y me entregue más información. Antes de irme, la princesa me invitó a desayunar junto a ella; acepté.

La princesa Zelda me llevó al comedor del castillo para desayunar. En el camino informó a un soldado para decirle a los chefs que preparen el desayuno para dos personas. Entré al comedor y de nuevo quedé sorprendido por el lugar: había una gigantesca mesa de lujo de madera, con unos cuantos manteles blancos y rojos encima, unas sillas de lujo construidas también de madera, las ventanas eran del mismo tamaño a las ventanas de la sala de estar, las cortinas eran blancas y entre otros detalles.

La princesa me invitó a sentarme en una silla de lado/rincón, mientras que ella se sentó en una de las dos principales, las cuales se mantenían muy lejos con la distancia, una a cada lado de la mesa rectangular. ¿Se hacen la idea? Espero que lo entiendan. Luego llegó un par de camareros, quienes entregaron las cosas que íbamos a comer, desde un simple pan a unas cosas extrañas que nunca había visto, ni en Hyrule, Términa o el mundo cruel. Mi taza parecía tener leche con chocolate; eso era. Sin embargo, la leche era demasiado deliciosa.

- ¿¡Pero qué diablos con esta leche!? – pregunté exaltado pero en voz baja, sorprendido.
- ¿Qué pasa? ¿Está mala? – preguntó casi asustada la princesa por mi actitud.
- Al contrario – le dije con los ojos “por salirse de la cara” con tanto exceso de maravilla.
- Oh, me había asustado – dijo suspirando y tocándose el pecho, pero luego continúa sonriente – Es normal. Proviene del rancho Lon Lon, por eso está deliciosa.
- Extraño… Se supone que yo siempre bebo leche de ahí, pero aquí está mejor.
- Será porque aquí le damos un “toque mágico” – decía todavía sonriente Zelda, bebiendo un poco de la cosa que contenga su taza; no sabía lo que tomaba, no lo averigüé ni me importaba.
- Eso debe ser – dije tras un sorbo; luego me di cuenta de un detalle – Por cierto, ¿dónde está el rey? Se supone que él debe saber lo que pasó conmigo en Términa y felicitarme o decirme algo, ¿no?
- Mi padre está ocupado ahora mismo – respondió de inmediato, bajando su mirada a la taza y empezando a quitar su sonrisa.
- Ya veo… ¿Está en reuniones o algo así? – preguntaba curioso, sin darme cuenta de que me metía en vida privada.
- Sí, algo así – respondió ya colocándose totalmente seria y sin mirarme.
- ¿Entonces lo puedo visitar después?

Al hacerle esa pregunta, la princesa bajó su cuchillo para untar un pan, colocándolo en la mesa y quedó en silencio por un rato. Ahí recién me di cuenta de que había tocado un tema no muy agradable para ella… Me sentí incómodo. Ella no respondía y tan solo miraba su taza. Yo no sabía qué decirle. No sabía si decir algo más acerca del rey, preguntarle qué le pasó o disculparme e irme del castillo, agradeciendo por la estadía. Opté por lo último; sin embargo, antes de agradecer, la princesa vuelve en sí y cambia totalmente el tema. Empezamos a hablar más a fondo de mi viaje por Términa y terminamos hablando del regreso.

Luego terminamos de comer. Nos dirigimos a la sala de entrada/salida del castillo, sin antes que la princesa ordene sacar las cosas de la mesa. En esa gran sala, ella se disculpó por su actitud “misteriosa” que tuvo en la mesa del comedor. Yo sólo le respondí que no se preocupara. Luego nos despedimos y me deseó suerte en todo y reiteró que no me olvidase de visitar al anciano minish cuando regresara a Hyrule. Salí del castillo. Después de todo, salí con preocupaciones por la princesa. ¿Por qué actuó así al empezar a hablar de su padre? Algo tuvo que haber pasado… Sabía que era privado, así que mejor no seguir presionándola para que me diga algo. Actuaré como si esa conversación no existió.

Cuando salí del castillo, me dirigí directamente al portal. La cantidad de monstruos aumentaba cada vez más. Ahora empezaban a aparecer unas aves gigantes voladoras que no sabía su nombre en ese entonces, pero luego me lo aprendería de memoria gracias al libro: Kargaroc. También empezó a aparecer otro tipo de enemigo volador, llamado Peahat. Estos parecían unas cosas totalmente tranquilas echadas en el césped, pero si me acercaba demasiado, comienzan a flotar de la nada y atacaban. Cuando yo caminaba al portal ese día, los vi por primera vez en el césped. No me dio curiosidad ir a verles, así que no sabía que flotaban, atacaban, ni nada por el estilo.

Llegué al portal. La luz del sol apuntaba con fuerza por todo Hyrule. Miré el aparato que me entregó Prímula; tenía una luz azul que parpadeaba continuamente. Le di un pequeño golpe y escuché el mensaje, que solamente decía: “Te estaré esperando en mi casa siempre, Brett. Te extraño. Cuídate mucho, por favor. Te quiero”; luego se escucha el pitido final del mensaje. Quité el objeto de mi oído y lo guardé, sonriendo. Estaba con las ropas del “antihéroe” aún, mirando el portal que esta vez, se esparcían múltiples colores por dentro. Tras un suspiro, finalmente entré en ella.

Vuelta a la “normalidad”. Estaba en el Parque Cuarto Centenario. Las nubes cubrían el cielo, por lo que el día estaba “triste”, más la oscuridad que provocaba los árboles del parque. Al ver mi cuerpo, me di cuenta que no estaba llevando las ropas con las que crucé el portal. Lo peor, pero gracioso, es que estaba llevando la camisa extraviada del padre de Prímula. “Con que aquí estabas”, dije en tono bajo y de bromista. ¿Significaba que estaba usando siempre la misma ropa sin darme cuenta o qué? Pero estaba totalmente seguro que debajo de la camisa café de las ropas del “antihéroe”. Que extraño… Un detalle que no me gustó es que el obsequio de Prímula no lo encontraba en un bolsillo. Claro, se había quedado en el bolsillo del short de las otras ropas. Menudo lío… El resto de la ropa, con la que aparecí en el parque, era la ropa que usaba durante la batalla con Keeta: mis pantalones que usaba al cruzar por última vez el portal y las zapatillas. La camiseta que usaba antes, lo dejé en casa de Prímula.

Tras revisar y revisar y ver que los otros cambios eran completamente normales, me dirigí a casa. Al otro día iría al liceo. Volvería a ese lugar y me reuniré con los demás. A todo lo demás… ¿Qué ha pasado con Linik/Raúl? No lo vi nunca más desde que me entregó el gancho. ¡Genial! No pude devolvérselo… Que bien, ¿ahora cuando regrese a Hyrule tendré que ir a Términa para devolver el gancho? Menuda flojera. Que él me busque en el liceo y me pregunte sobre su gancho.

Al llegar a casa, lo primero que recibí fue un fuerte abrazo por parte de mamá. Mientras estábamos así, ella me dijo que estaba muy preocupada por mí, hasta rezaba por mi regreso. Agradecí su preocupación y luego le dije que no se preocupara, porque estaría bien y no me pasaría nada. Ella no sabe en absoluto lo que yo vivo en el otro mundo cruzando tal portal que ella y su esposo me enviaron. Luego me invitó al almuerzo y acepté. Saludé a mi abuela, quien no mostraba tanta preocupación por mí. Luego llegaría mi hermano, que tampoco mostraba preocupación. Mucho más tarde papá, que si no fuera por mí, ni me hubiera saludado o sabría de mi presencia. Vaya padre… Antes de que mi madre se vaya de la casa para trabajar y yo me encierre en mi habitación como siempre, se despidió de mí como tal y pidió que no la preocupara más.

No pasó nada más extraño ese día. Estuve en la tarde, mirando la TV, luego tomé el té, más tarde cené y finalmente, me acosté. Debo decir que mientras estaba en la madrugada, cuando había regresado del baño, estando de vuelta en la cama, escuché pequeños gritos de mi padre y llantos de mi madre. No quería escuchar esas mierdadas y tapé mi cabeza completa, especialmente los oídos, con la almohada. Sí, estaba de vuelta a la normalidad… A la crueldad de ese puto mundo. Y pensar que la noche anterior estaba de lo mejor, abrazado junto a Prímula… Ahora sólo escuchaba llantos y sentí un mojado beso de despedida en la mejilla por parte de mi madre, después del escándalo de esa madrugada. Yo me hice el dormido para no alarmarla.

Amanecer del día siguiente, jueves. Preparé mis cosas para ir al liceo. Volvería después de dos semanas en desaparición. Me preguntaba cómo reaccionarían las personas que estuvieron preguntando por mí… Hice mis labores de cada mañana y salí de casa. Volví a respirar el aire típico de este planeta. Volvería a ver las caras de mis amigos. Volvería a ver las caras de los perros salvajes con rabia. Regresaría a los estudios. Lo peor es que en el camino recordé los exámenes atrasados que tendría, debido a faltar tanto a clases… Vaya, vaya. No tenía otra opción que rendir esos exámenes. Uno de mis miedos era repetir de curso. Nunca me gustó pasar por esa experiencia, ni siquiera pensarlo me gustó.

Llegué al liceo. Aún no tocaban el timbre para entrar a clases. El día estaba completamente nublado de nuevo, incluso había llovido en la madrugada. El gran pasillo estaba repleto de alumnos, tanto de jóvenes de Tercero y Cuarto Medio como de Segundo y Primero. La mayoría de las veces, los de Segundo y Primero se quedan esperando en las afueras de la sala, esperando como pendejos a que abran la puerta. Claro, yo era un pendejo más en esos tiempos.

Mientras caminaba por el pasillo del pabellón A, para quedar como estúpido esperando en la puerta de la sala, me encontré en el camino a Xavi, quien me saludó enérgicamente y pregunto qué había pasado conmigo. Le dije que estaba en un viaje con la familia y éste creyó. Por suerte no pasó a casa para preguntar, sino me hubiera pillado… Éste me invitó para estar con él y Ashley, para conversar mientras se esperaba la tocada del timbre y entrar a clases. Acepté y conversamos un poco. No fue una conversación interesante, así que no lo pondré aquí.

Luego toca el timbre y todos a sus salas. Xavi y Ashley se despidieron de mí. Él dijo que nos juntaríamos en otro recreo o algún otro día. Yo solo respondí con: “Está bien”. Al entrar a la sala de clases, Daniel ya estaba ahí, con su típica sonrisa de siempre. Éste se alegra al verme. Cuando ya estábamos en la primera clase del día, Dani dijo que los días en el liceo estuvieron algo agitados, hasta incluso hubo una pelea entre dos grupos: uno donde se incluía Diego y la mayoría de los compañeros de clases y el otro era un grupo de alumnos mayores, de Tercero Medio. Vaya… Me hubiera gustado ver esa pelea, pero no me arrepiento de haber faltado a clases y estando con Prímula como compañía diaria.

Dani me contó varias cosas más de los sucesos en los días de mi ausencia. Me contó también que Danilo, el joven “afeminado” de mi clase, ya lo molestaban aun más, incluso compañeros de otras clases. Pobre… El trío de Cristián, José y Sofía, hacía aun más desorden de lo que era antes; añadió que Cristián ya completó una página entera con anotaciones negativas. Pero qué chico… La chica de nombre Almendra hizo un grupo con otras cuatro o cinco compañeras de clases y ella misma también hace desorden de vez en cuando, tanto con el “Trío Dinamita” como su propio grupo de “Dears”. Los flaites a veces molestan a las “Dears”, pero éstas no se quedan calladas y comienza una pequeña riña entre ambos grupos. Finalmente, todos terminan felices y más que uno con gusto de picardía. Mientras tanto, por su parte, Dani sólo es un espectador “fantasma”.

En los primeros recreos no sucedió nada. En el primer recreo estuve con Dani y en el segundo con Eileen, quien me saludó con un fuerte abrazo. No acostumbraba a recibir abrazos en tantos días seguidos… Como sea. En el recreo largo, de las 13:00 – 14:00 hrs., me junté con Xavi, quien me contó las últimas actualizaciones de su vida en el liceo. Así fue el día jueves, actualizando la información del liceo con la ayuda de los demás. Aquel día no vi a Aura, tampoco a Raúl/Linik.

Llega el día siguiente, viernes. Ese día tampoco vi a Raúl/Linik, pero sí a Aura. Cuando caminaba por el pasillo del pabellón A en el comienzo del día, sentí las miradas de ella. Terminé chocando miradas. Una diferencia es que esta vez, cuando chocábamos miradas, ella sonreía y se volteaba para dejar de mirarme. El liceo parecía estar algo cambiado con mi ausencia… No sabía el porqué, pero lo sentía cambiado. Cuando toca el timbre del primer recreo de la mañana, que es desde las 09:30 – 09:50 hrs., mientras iba caminando por el pasillo del pabellón A, Aura pasó a chocar conmigo accidentalmente. “Lo siento”, se escuchó de su voz, sin haberme visto. Cuando chocamos miradas, ésta se sorprendió y sonrió.

- Ho-hola Brett – saludó un poco sonrojada.
- Hola Aura – saludé tranquilamente, sin haberme dado cuenta en ese momento que mi actitud con ella parecía diferente – Ten un poco más de cuidado al caminar – añadí sonriente, empezando a caminar.
- Lo tendré – dijo empezando a seguirme y mirando hacia delante – ¿Cómo estás? No te veía de hace tiempo por acá.
- Estuve de viaje toda la semana pasada y llegué recién ayer – contesté mirando el suelo y un poco sonriente.
- Que bien – dijo con alegría - ¿Estuvo todo bien?

Tras esta pregunta, yo empecé a contarle una que otra mentira, diciendo que había ido a Puerto Montt, la misma historia que le conté a Xavi. Ambos quedamos conversando tras unas ventanas del gran pasillo, observando el patio que estaba siendo ferozmente mojado por la lluvia, al igual como el día anterior. El casino de comida estaba repleto de alumnos que buscaban el desayuno. En ese recreo unos cuantos iban a la biblioteca, porque en ese lugar había calor suficiente para no pasar frío. Claro, desde mediados de mayo el frío comienza a ponerse intenso en Osorno, al igual que la lluvia. Era otoño en ese entonces. Invierno llegaría en junio.

El día pasó tranquilo. Aura y yo nos volvimos a juntar en el segundo recreo de ese mismo día, sólo que en el segundo fuimos acompañados en una ocasión por Eileen. Mientras estábamos los tres, Aura no pudo seguir con nosotros, porque dijo que debía volver con su “pololo”, Diego. Ja-Ja. El resto del recreo lo pasé junto con Eileen. Ella me confirmó que Raúl/Linik no fue a clases. Toca el timbre para la última clase del día. En toda esa clase, Diego y el grupo flaite me miraban repetidamente. Aposté a que estos tipos ya prepararían algo para molestarme, sólo por el hecho de que estuve con Aura casi todo el día. En todo ese día hablé con calma y tranquilidad con Aura, muy diferente a como hablaba con ella el día en que la conocí. ¿Por qué le hablé de esa manera? …

¡Toca el timbre de salida! Salí inmediatamente de la sala, haciendo una despedida rápida a Daniel. Mientras pasaba por el pabellón A, sentí la mirada de Aura. No hice caso. Estando en la entrada/salida del liceo, me pasé a topar con Xavi. Éste quiso acompañarme para seguir conversando, pero yo negué. Noté algo de preocupación en el rostro y voz de Xavi al preguntarme eso, pero no me importó en el momento. Sólo quería irme rápidamente por si el grupito de flaites quería hacerme algo.

Todo parecía pacífico. Parecía que el camino ya parecía libre. No estaba lloviendo. Había dejado de llover desde hace una hora. Como parecía todo tranquilo, mientras estaba en el Parque Cuarto Centenario, pensé en caminar tranquilamente. No sé el porqué pasé por ahí. Ni siquiera tenía intenciones de visitar otra vez Hyrule. Pensé que todo se había calmado… Sólo pensé. Mientras caminaba, unos tipos aparecen de la nada y me agarran por detrás, lanzándome al suelo. Al mirar, los tipos que me botaron fueron tres: Adán, Carlos y Mario, alumnos del liceo. Quise levantarme, pero Mario me da un puñetazo en la cara. Luego vi que llegaron más del grupo, como Nicolás, otros tres más y el propio Diego.

- Ya paren el hueveo. Déjenmelo pa’ mí – dijo Diego, caminando hacia mí; luego saca una sonrisa sádica y burlona para continuar – Vaya, vaya. Así que intentai quitarme la polola, ¿verdá’, hueón?
- Yo no intento hacer eso… - dije levantándome.
- No te hagai el hueoncito conmigo, ¿sabí? – decía moviéndose al ritmo de sus palabras – A ti te gusta arto el hueveo, parece. Así que no me quea más remedio que sacarte la shusha, po’ cabrito – terminó.
- Pégale nomá’, pa’ que vea con quien se está…
- Si, si, si, hueón – interrumpe un Diego molesto apuntando con el dedo a Carlos, quien fue el que habló – Yo sabré lo que voy a hacer; vo’ no te metai – al terminar, devuelve la mirada hacia mí, acercando su rostro para intimidar – Ahora cuenta la firme, ¿querí meterte con mi mina o no?

‘’’Nota’’’: ”Cuenta la firme” es como decir: “Dime la verdad”.

- ¿Por qué debería de meterme con ella si está contigo? No me meto en la vida de los demás – dije, pero fui golpeado inmediatamente por Diego en la panza.
- ¡Pero lo ‘tai haciendo po’, hueón oh! – gritó con un rostro casi demoníaco – ¿Qué no cachai? – preguntó agarrándome con fuera mi cara – Ella es mía, culiao. ¡¡Mía!! ¿¡Entendí’!? – terminó soltándome la cara con fuerza, mientras que los demás también me sueltan pero empujándome al suelo.

‘’’Nota 2’’’: ”Cachai” es como sinónimo chileno de “Entiendes”; mientras que el uso de “Entendí’” es decir “¿Entendiste?”, pero con otro tipo de acento, quedando como “¿Entendís?”, sin embargo, como él habla tan mal, se le quita la “s”.

Tras esto, Mario preguntó si podía golpearme con los demás, a lo que Diego afirma, dándome una patada él también. Con la patada del líder flaite incluida, todos se acercan a mí y comienzan a darme patadas y algunos puñetazos. Sin embargo, esto duró muy poco, ya que una voz aun más conocida se escuchó a lo lejos, gritando: “¡Déjenlo!”. Todos se detienen y miran al lugar de donde provino la voz; era la voz de Xavi. ¿Acaso me siguió? Venía desde el lugar que pasé yo: caminando hacia lo más bajo de la ciudad, cruzando un puente colgante, subir una cuesta de tierra, doblar a la izquierda y así se llegaría al parque. Mientras yo quedé como un espectador desde el suelo, con el rostro dolido, vi como Xavi se acercó al grupo bravucón, mientras que Diego lo quedó mirando enseñándole una sonrisa sádica.

‘’En algún otro lado, en un cuarto completamente oscuro, el chico de ropas oscuras estaba recostado en su cama, mirando el “cielo negro” con mirada seria. De pronto, una puerta se abre. Tras el sonido de la apertura de la puerta, el joven saca una sonrisa y se levanta de la cama, quedando sentada en ella y mirando al suelo. Desde la puerta se ve una silueta de una persona.

- Ya ansiaba tu visita – dijo el joven con una sonrisa irónica.
- El antihéroe despertó y por lo que se ve, ya obtuvo el primer elemento – dijo el hombre estando aún en la puerta, quien tenía voz grave.
- Ya sé. Creo que incluso yo sé más que ustedes de los movimientos de mi hermano – contestó el joven aún con su sonrisa.
- Todo pensamos enviar una de nuestras sorpresas dentro de unos meses. ¿Qué dices?

El joven de ropas oscuras no responde a la pregunta. Luego de un silencio y quedar mirando el suelo todo el rato, el joven mueve su cabeza para mirar la silueta del hombre.

- De todas maneras, no nos importa tu respuesta o tu punto de vista al respecto. A este ritmo, el antihéroe no podrá hacer nada para detener la destrucción de nuestra futura gran amenaza. Aun así, no nos olvides, porque estaremos en contacto contigo.

Al terminar de decir todo esto, el hombre cierra la puerta de inmediato, apagando la única luz que podría alumbrar la habitación oscura completamente; como sólo aparecía desde la puerta, no alumbraba demasiado. El joven de ropas oscuras, que había quitado su sonrisa tras haber escuchado lo último del hombre visitante, se recuesta en la cama, mira hacia el techo y vuelve a sonreír, para decirse “a sí mismo”:

- Ay, hermanito… Siempre metiéndote en problemas, ¿verdad? – suspira y continúa sonriente – De todas maneras, ya es hora de que conozcas a tu verdadero amiguito.

Continuará

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